viernes

La experiencia en los teatros siempre ha sido de un tipo muy ritual, las funciones son adictivas sobre todo por ese estado en que no somos más que nosotros, sin serlo.
A veces los bailarines sublimamos nuestra existencia al interpretar.
Llegar a ser algo más que un simple humano obsesiona las mentes, llevandonos a la insatisfacción de una guerra que nunca ganaremos.
El ballet crea un escenario ilusorio de apariencias que cubre a sus bailarines con alas de misticidad y una estética cruel en que lo infalible es la primera ley.
En contra de nuestra naturaleza y bajo las jerárquicas reglas vemos a las bailarinas, deseando ser princesas, sin poder deleitarse con los verdaderos lujos de un reino, con los pies destrozados y ansiando la perfección continua a la que al cabo de unos años deberan renunciar.
No estoy en contra de el ejercitamiento y de la conciencia de vivir con nuestros cuerpos, sólo creo que el ballet es una obsesión, si no fuera asi...
¿porque no se ha transformado esta disciplina desde los 1500 y en tan diversas regiones?
No daré una radical solución para que me tomen en serio, todos tenemos derecho a decidir sobre nuestra existencia, y a veces lo que parece ideal sólo es parte del macabro juego de la incertidumbre.
Tal vez a todos nos falta un poco de humildad para aceptar que somos y siempre seremos humanos y a veces la ambición usa vestuarios obsesivos con tal de dar un aire de superioridad.